Durante la vida de un molusco, su concha va siendo autoreparada para compensar los golpes y ataques que va sufriendo. En cambio, tolera a los inquilinos que construyen encima de ella.
La cosa cambia cuando muere el individuo. Su cocha queda indefensa a los ataques de multitud de seres marinos que ven una oportunidad para excavar y alimentarse o para crear sus propios habitáculos.
Podéis ver en la foto de una concha atacada por infinidad de organismos y otra protegida gracias al recubrimiento de, probablemente, un briozoo.
Así, denominamos bioerosión a la degradación de un sustrato duro, orgánico o no, por parte de moluscos, anélidos poliquetos, foronídeos, equinodermos crustáceos, esponjas e incluso peces. Para que os hagáis una idea la magnitud del proceso, ponemos como ejemplo esas maravillosas playas tropicales de arenas blancas y cocoteros que son producidas por la bioerosión de los arrecifes de coral.
Este proceso incluye taladrar, perforar y raspar.
Por el contrario, la bioconstrucción es la construcción de estructuras biológicas en el sustrato oceánico. Aquí el ejemplo son los famosos arrecifes de coral tropicales pero, como estamos en el Mediterráneo, hablaremos de los gusanos más activos en cuanto a construcción marina se refiere: la Sabellaria alveota. Este anélido poliqueto, imparable constructor, utiliza la arena de playa o fragmentos diminutos de conchas para consolidar sus tubos que van creciendo hasta dimensiones muy grandes y son capaces de cambiar las zonas de rompiente del oleaje.
Tubos de Sabellaria alveolata. Foto: Júlio Reis |
Texto corregido y revisado por laerrataquemata.com