Como prometí en el pasado post, vamos a conocer a estos moluscos litófagos que perforan las piedras (aunque es posible que se cuele algún inquilino).
Ya os presenté a uno en otro post: la barrena o Pholas dactylus.
Ya os presenté a uno en otro post: la barrena o Pholas dactylus.
Alguno son muy apreciados en gastronomía, pero debido al método de extracción empleado (cargarse toda roca con agujeros), hoy se encuentran protegidos.
Foto: V. Aparici |
El primero de ellos corresponde a la especie Petricola lithophaga —que llega a vivir hasta los 100 m de profundidad—. Su nombre «artístico» nos dice donde vive y lo que se creía que comía cuando fue descrita para la ciencia.
Tiene la concha muy frágil y eso que vive rodeada de calcio. En verdad no le hace falta esa robustez ya que, una vez inicia su excavación, nunca abandonará el lugar. Eso sí, lo ampliará a su gusto a medida que crece su concha.
Foto: V. Aparici |
El siguiente es Irus irus. Esta especie no perfora sino que utiliza los agujeros que otros han perforado. Tampoco desprecia vivir entre los rizomas de Posidonia oceanica, pudiéndose encontrar hasta los 70 m de profundidad.
Foto: V. Aparici |
El último es conocido como Dátil de mar por su forma y color como podréis ver en las fotos finales del post.
Este ejemplar llevaba muchísimo tiempo muerto en la roca del arribazón donde lo encontré y ha perdido su característico color. Se trata de Lithophaga lithophaga.
Este animal, mediante un ataque químico que produce gracias a unas glándulas de su manto, va diluyendo las rocas calcáreas situadas a poca profundidad (hasta los 25 m, aunque prefiere cotas casi superficiales), de ahí su accesibilidad para ser capturado por nuestra especie.
Se fija al agujero por el biso del que se desprende cuando decide reiniciar su actividad cavadora y esto le permite rotar la concha en el interior del agujero así como regenerar un nuevo biso.
Asoma un poco la concha para alimentarse filtrando fitoplancton. De ahí que esté feliz a no más de 5 m de profundidad. Estos dos factores son la causas de su perdición.
Esta presión, sometida por nuestra especie, es la que le ha llevado a ser especie protegida por los anexos II del Convenio de Barcelona y II del Convenio de Berna, así como por el anexo IV de la Directiva Hábitats.
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