El cardo de mar, Eryngium maritimum, esta perfectamente adaptado a la durísima vida dunar.
Fotos: V. Aparici |
Para empezar, su color gris permite reflejar mejor la intensa radiación solar que recibe.
Sus hojas repelen el agua marina y sus pinchos de alrededor, ayudan a que la hoja mantenga su forma, retrasando el marchitamiento cuando la escasez de agua es extrema.
Para su reproducción, el viento es su aliado. Como en las plantas rodadoras de oeste americano, la planta se convierte en bola y se libera del suelo, viajando rodando para ir dispersando las semillas a lo largo de la duna.
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