Al volver a casa con tesoros, el ritual es la limpieza de los ejemplares bajo el agua del lavabo y su posterior secado en la propia pila.
En una de estas rutinas, al ir a recogerlos para prepararlos para su fotografiado y posterior almacenamiento, observé unas manchas oscuras sobre el suelo de imitación granítica. Armado de cubo y fregona procedí a intentar eliminar esas manchas, pensando que las había hecho yo al limpiar los ejemplares.
Qué decir que la limpieza fue imposible con mis productos domésticos de limpieza. Ante la inmensidad que iba tomando esta tarea, decidí ponerme las gafas y bajar al nivel de las manchas.
Y… ¡Eureka!, di con el problema cuando toqué las inmortales manchas. Eran ejemplares juveniles de la Calyptraea chinensis, ya descrita en otra entrada de este blog.
Así que pude reconstruir esta historia como sigue:
Habían viajado pegadas a los tesoros, prácticamente invisibles por su transparencia; se descolgaron lavadero abajo hasta fijarse al suelo donde tuvieron que ser despegadas con una espátula.
Menudo viaje.
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