Es curioso como uno se puede alegrar de ver restos de animales. Esto me ha pasado al ver esto de nuevo.
Foto: V. Aparici |
En 2016, año de inicio de este blog ya os hablé de la nacra o Pinna nobilis.
Me guardé en el tintero el problema que teníamos para conservar esta especie.
Al igual que nuestra pandemia coronavírica, este espectacular molusco tiene su peculiar lucha contra en «bicho». Ese mismo otoño las poblaciones de nacra estaban muriendo por causas desconocidas. El asesino resulto ser mucho más pequeño que nuestra especie ya que se trata de un protozoo parásito (organismo unicelular, eucarionte y heterótrofo) llamado Haplosporidium pinna.
En 2020, en las islas Baleares, llegaron a quedar vivos unos 8 ejemplares.
Estudios posteriores consiguieron determinar las condiciones óptimas de vida de este bichejo. Así investigadores del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) publicaron este artículo.
Descubrieron que el parásito viajaba gracias a las corrientes de superficie, les gustaba el agua caliente y salinidades elevadas.
Quedaron poblaciones en lugares donde no se daban esta condiciones como el Delta del Ebro (en zonas de baja salinidad donde mar y río se mezclan) y el mar Menor (donde su salinidad es superior al umbral del parásito).
Por este motivo me ha alegrado al encontrarme conchas juveniles de nacra si erosionar ni llevar encima organismos epibiontes (que viven encima), indicativo de que son restos recientes.
Ya se que pensareis que podrían haber muerto por el protozoo, pero prefiero ser optimista en este tema.
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