Buscar este blog

martes, 21 de agosto de 2018

En playas lejanas

En vacaciones también aprovecho para curiosear la costa allá donde voy, si la hay. 

En este caso, mis paseos me han llevado a Islandia −en medio del océano Atlántico– para encontrarme con unas algas que no tenemos en el Mediterráneo.

Foto: V. Aparici
La primera, en plena arena negra volcánica, es un alga parda del grupo de las laminariales (ya os podéis imaginar por qué). Ya que mis conocimientos algales son limitados –y más cuando son especies que no aparecen en mi queridísimo Mediterráneo– apuesto por la especie comestible Alaria esculenta.

Foto: V. Aparici
La segunda especie apareció en bajamar fijada a las rocas. Se trata de un alga parda que dispone de flotadores para no hundirse y así contar con una mayor exposición a la luz solar. En este caso tengo más claro que se trata de una representante de las algas pardas fucales, que responde al nombre artístico de Fucus spiralis.

Esta especie se asemeja a los famosos sargazos que dan nombre a un mar. De todas las especies de este género (Sargassum), dos no viven fijas a un sustrato y viajan a la deriva gracias a sus flotadores. En la zona del Triángulo de las Bermudas, las corrientes circulares las atrapan y concentran, y forman el Mar de los Sargazos (pesadilla de las hélices náuticas).

Este mar es el lugar de puesta de las anguilas, Anguilla anguilla, que habitan en los ríos de nuestro continente. Después de nadar más de 8.000 km por diferentes rutas migratorias, se reproducen. Pero la cosa no queda así: las crías (angulas) realizarán el mismo trayecto a la inversa para volver a los ríos de sus padres.

Texto corregido y revisado por laerrataquemata.com


No hay comentarios: